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Marilyn es libre

Publicado: 20 septiembre 2013 en Facundo Bañez
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Allá.

Marcelo Cristian Bernasconi, declarado culpable de matar a su madre y a su hermano, vive allá.

Es un cuartito de dos por tres donde la luz del exterior llega opacada por los vidrios repartidos de un ventanuco. Hay remeras, polleras y medias que cuelgan de un improvisado cordel. Hay un póster de Jesús que decora una pared. También algunos papelitos con corazones pegados sobre la única cama del lugar y un ejército de moscas que zumban y revolotean por todas partes. Hay también un aroma rancio y embotado que parece palpitar desde siempre.

Allá, donde vive Marcelo, es una de las treinta y seis celdas que tiene el pabellón de homosexuales de la Unidad 32 de Florencio Varela.

—Mi lugar en el mundo -cuenta él, sereno y con una sonrisa que apenas se insinúa.

De cerca, esa cara de jovencito desgarbado y mirada saltona que se veía en los diarios muestra ahora la transformación: labios pintados, algo de rímel en las pestañas y un leve tono turquesa que le decora los párpados. El cabello está crecido y su nuevo apodo confirma el cambio:

—Marilyn -susurra-. Acá todos me conocen como Marilyn.

Pasaron casi dos años del día que mató a su familia pero Marcelo, o Marilyn, dice que lo recuerda como si fuera parte de otra vida. Fue, en realidad, la tarde del martes 26 de mayo de 2009. Ese día su madre Alicia Pérez y su hermano Carlos fueron encontrados muertos con disparos de una carabina 22 en la quinta El Rosario de la localidad de Oliden, a unos cuarenta kilómetros de La Plata. Fue una ejecución efectuada a poca distancia. El aviso lo dio quien en principio parecía el único testigo: Marcelo, por entonces de 18 años. El chico dijo que tres hombres entraron a robar a su campo y que él, tras ver cómo mataban a su familia, pudo escapar de milagro. La mentira duró poco. A las horas, a solas con el fiscal, confesó todo y dijo que lo hizo porque ellos nunca habían aceptado que fuera homosexual. También dijo que recordaba la discusión de la noche anterior con su madre y con su hermano pero que, de pronto, se le nublaba la memoria cuando quería pensar en el preciso momento en que hizo los disparos.

—Ahora me acuerdo -cuenta-. No lo pensé ni lo tenía planificado. Fue un impulso. Me acerqué con la carabina y apunté. Estaba con mucha bronca. Una bronca de años…

Quiere decir otra cosa pero se frena. Piensa. Se mira las manos y parece de pronto recordar algo.

***

«Nací el 6 de junio de 1990 en Magdalena. No hay fotos de mis primeros años pero era bien rubio y de tez bien blanca. Jugaba a la casita y mi mamá me compraba ollitas de plástico. Un día me empezó a regalar vestidos, polleras, collares, maquillajes y zapatos de ella… Mi hermano me llevaba 9 años de diferencia y casi nunca jugaba conmigo. Teníamos peleas como todos los hermanos, y en una de ellas me dijo que yo era adoptado. Eso me quedó grabado».

***

Acá.

Nicolás Malpeli, abogado de Marcelo Cristian Bernasconi, dice que acá afuera el caso todavía lo sorprende.

No es el único: la productora Historias Cinematográficas, del director Luis Puenzo, se presentó un año después del doble crimen ante la defensa de Bernasconi con la intención de hacer una película sobre su vida.

—El proyecto está bastante avanzado -cuenta Malpeli-. En estos momentos están terminando de escribir el guión y calculo que en poco tiempo empezarán a filmar. Es una historia de película, sin duda. Marcelo es un pibe bueno y lo que hizo lo hizo porque no daba más. Está claro que su homosexualidad nunca fue aceptada por su madre y eso generó un infierno familiar que Marcelo sufrió desde muy chico.

Lo que dice el abogado se apoya en un informe realizado por Aldo Raúl Becce, un psiquiatra que trabaja como juez de menores en Trieste, Italia, y que desde un primer momento se mostró interesado y sorprendido por el caso. «Según las palabras de Cristian parece faltar una primera imagen que lo representa -dice el especialista-, como si de algún modo no hubiese un texto materno que lo inscribe en el mundo. Lo primero que esa madre quiso de ese hijo, la primera representación del niño, tiene que ver con ella misma: `Un día me empezó a regalar vestidos, polleras, collares, maquillajes y zapatos de ella’. Parece entonces que esta madre regala los signos de su ser femenino y son esas las únicas fotos de esta infancia. La madre retrata al hijo como a una mujer pequeña. El hijo, todo hijo, trata de satisfacer el deseo materno para lograr el reconocimiento. Es evidente que lo que quiere su madre (vestirlo de ella misma, vestirlo de mujer) y la evidencia que su hijo es un varón y que no es ella desató un conflicto».

***

«A los once años me di cuenta de que me gustaban los hombres…No sabía cómo decírselo a mamá, hasta que tomé coraje y una tarde se lo dije. Como era de suponerse, los gritos de ella casi levantan el techo de casa. Yo nunca contestaba. Agachaba la cabeza y me ponía colorado».

***

Marilyn.

Marcelo Cristian Bernasconi, condenado a perpetua por el Tribunal Oral 4 de la ciudad La Plata, pide que de ahora en más lo llamen Marilyn.

—Yo me siento mujer -dice-. No pienso en operarme porque me da miedo, pero por ahí el día de mañana empiezo a tomar hormonas para que me crezcan los pechos y la cola. Me gusta sentirme así. Acá todos me quieren y hasta estoy de novia. Hace tres días empecé una relación nueva. Antes salí con un pibe durante seis meses. Pero él se fue hace más de dos semanas y una tiene que seguir. Ojo: no vayas a pensar que soy rápida. Pero sí te reconozco que soy bastante enamoradiza…

Su nuevo lugar en el mundo, como lo llama, es una cárcel que se levanta a un costado de la ruta 57 y donde el régimen moderado hace que existan más alambrados que rejas. Cuando llegó, hace un año y con el pelo todavía corto, fue recibido por un grupo de chicas trans con tacos y siliconas que le enseñaron a maquillarse y, entre bromas y música de cumbia, a comprender que la mejor forma de vivir encerrado es no pensar en el pasado.

—A recordar acá le decimos cajetear -cuenta Marilyn, alegre y producida para las fotos-. Las chicas me enseñaron a que no me haga la cajeta. Por eso trato de no pensar en aquella tarde. Sí que me acuerdo de los disparos. Me acuerdo todo. Pero no quiero cajetear.

***

«A principios de 2007 mi papá empezó a tratarse con distintos doctores. En mayo ya sufría dolores fuertes y un día que quedamos solos en casa nos pusimos a hablar. Me sinceré y le confesé que era homosexual. Desde ese momento se unió más a mí y cada vez que tenía que ir al doctor me pedía que lo acompañara…Se le hicieron nuevos estudios y salió que tenía un tumor en el colon…El 24 de noviembre falleció… A los cuatro días no aguanté más y le dije a mamá que era gay. Me dijo de todo. Que era una vergüenza y que más me valía que nadie lo supiera… Al día siguiente vinieron visitas a casa y le conté a mi hermano buscando su apoyo, pero fue peor. Me dijo palabras que me dolieron muchísimo: `Cuando eras chico te tendríamos que haber tirado al chiquero de los chanchos. Sos un enfermo’. Sino hubiera habido visitas creo que me hubiera molido los huesos a palos. Desde ese día empezó el infierno. Todos los días me retaban, me insultaban y me miraban de mala manera…»

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Sin salida.

Aldo Raúl Becce, psicólogo jurídico que analizó el caso y quien junto con otros colegas italianos piensa escribir una novela sobre esta historia, dice que Marcelo se encontró en un callejón sin salida.

—La falta de recursos psíquicos saludables para afrontar esta situación -apunta el profesional- le impidió la elaboración del conflicto. La creciente tensión familiar, el acoso y la negación de su persona lo llevó a un callejón del que no supo salir.

Allá, en su celda de la Unidad 32, a Marilyn se le repiten estas palabras y asiente como si las conociera de memoria.

—El único que me entendía era papá -musita, y de golpe pierde esa sonrisa aniñada y feliz de las primeras horas y adopta un gesto que no encaja en ese rostro de rímel y sombra en los párpados.

***

«Me controlaban la plata que gastaba y hasta la forma de vestir (no podía ser ajustada y no podía usar sandalias)…Un día me llamó un amigo gay que había conocido en un chat y me escucharon. Casi me rompen el celular. Me prohibían juntarme con chicos. Cuando venían amigos a casa mamá se sentaba en el medio y estaba en todas las conversaciones. No me dejaban salir solo y a los bailes tenía que ir con ellos y sentarme siempre al lado de mamá»

***

Sin visitas.

Ese chico que se siente chica y pide que la llamen Marilyn, hace tiempo que no recibe visitas.

—Tengo unos tíos en Bavio -cuenta-, de parte de papá. También unos en La Plata, pero ninguno de ellos viene a verme. Cuando estaba en la comisaría, antes de venir acá, el único que me visitaba era Matías. Mi novio. Pero la última vez que lo vi fue cuando me condenaron a cadena perpetua. Nunca más lo ví. Pienso en él y todavía me pongo mal. Creo que fue el único hombre que amé de verdad.

***

«En febrero, durante los corsos, conocí a Matías. Nos gustamos y decidimos empezar una relación. Mi hermano se enteró que él era gay y con mi mamá me prohibieron que lo viera. No les hice caso y un día invité a Matías a mi casa. Lo miraban mal y se metían en todas las conversaciones. Yo me sentía re incómodo…Antes de todo esto intenté matarme varias veces pero nunca tuve el valor para hacerlo. Una noche, en una discusión fuerte, agarré una cuchilla y me la puse en el cuello. Mi hermano me decía: `Dale, puto, morite’. Pero no me animé».

***

Elegante y coqueta.

Marilyn, como todos la conocen en el pabellón de homosexuales, dice que ahora es una mujer elegante y coqueta.

—No me gusta andar así nomás -cuenta-. Soy de usar polleras y trato de estar siempre bien maquillada. En el pabellón, claro. Cuando salimos al patio no me dejan usar pollera y ando de pantalones. Los guardias me respetan pero me explicaron que de mujer puedo provocar al resto de los internos. Yo lo entiendo y lo respeto. Acá estudio Derecho y cuando voy a clases me pongo pantalones. Hay que cuidar las formas. Ojalá el día de mañana pueda andar siempre de mujer. Como Florencia de la V. Yo la admiro mucho a ella, pero no me gustaría trabajar en el teatro. ¿Cómo me imagino? De Abogada. Casada, formando una familia y defendiendo a quienes lo necesiten.

***

«El lunes 25 fui a la tarde a la casa de una vecina con mi amiga Marta en su moto. A la vuelta, como llovía, le dije que me dejara en la tranquera así no manejaba en el barro. Cuando llegué a casa ellos me empezaron a gritar y no me creían que había estado con Marta. Traté de explicarles de mil formas que era verdad…Yo me fui a dormir y cuando ellos vinieron al cuarto (dormíamos los tres en el mismo cuarto porque decían que sino yo de noche me escribía con putos) me hice el dormido. Esa noche me desperté como a las 3 y ya no pude dormirme. Sonó el despertador a las 5,45 y yo aún estaba despierto…Me puse la ropa del tambo y salí al campo a buscar las vacas para ordeñar. Las traje al corral y mi hermano siguió gritándome. Cuando terminé de ordeñar, al levantarme y seguir escuchando los gritos de mi hermano, sentí un calor muy fuerte en mi cara. De ese momento recuerdo entre nubes un tiro…Después sentí un aire frío y cuando me di cuenta estaba corriendo en medio del campo con el arma en la mano. La tiré, me descompuse. Estaba agitado y muy confundido… Recuerdo también otro tiro y a un montón de pájaros que salieron volando. Yo estaba ahí, sin entender…Entonces empecé a correr a lo de los vecinos e inventé que nos habían asaltado…»

***

Mucho tiempo después, con la condena ya consumada, el psiquiatra Becce dice en su informe que Bernasconi «sólo pudo escapar de ese encierro asfixiante a través de un pasaje al acto, bajo los efectos de una emoción violenta con pérdida parcial de sus funciones psíquicas. La emoción violenta, estado transitorio alterado de la conciencia, explica la ausencia de memoria del momento homicida».

Mucho tiempo después, en su celda de Florencio Varela, Marilyn dice que recuerda todo pero que prefiere no cajetear.

—Lo que tenía que decir de mi pasado -razona con tranquilidad- ya lo escribí en un montón de cartas cuando estuve en la comisaría. Ahora trato de pensar en otras cosas. ¿Si los extraño? Sí. Un montón. A los tres extraño un montón. Eran mi familia y siempre van a estar en mi corazón.

Dice esto y se queda callada. Se acomoda el pelo. Parece no decir nada más pero enseguida, con algo de rubor, arquea una ceja y recupera el tono.

—Es contradictorio -asume-: me arrepiento de lo que hice pero, al mismo tiempo, siento que acá puedo ser yo misma. Me liberé. Está claro que tendría que haberme ido de casa. Pero no pude. No supe. Contradictorio, ¿no? Me arrepiento todos los días de haberlos matado, pero acá encerrada es la primera vez que me siento libre.