Las dos vidas de un pitbull



Publicado: 18 May 2011 en Luis Miranda Valderrama
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Ahí viene Gary Medel, con pelota dominada, listo para fusilarme. Es el domingo 16 de mayo, pasadas las cinco de la tarde y debajo del arco me dispongo a hacerle frente. En la plaza que está delante de la multicancha de calle Alberto González, de Conchalí, los vecinos se aglomeran para ver a una de las figuras de Boca Juniors y de la Selección chilena jugar una pichanga de baby fútbol junto a sus amigos del Sabino Aguad Kunkar, el club en el cual inició su carrera antes de saltar a la U. Católica.

-Dala, Gary, entrégala – le grita su hermano, Kevin.

Viene con la cabeza agachada, mirando el balón. Pero él tiene dominio de la situación. Los ojos se le achican, abre la boca para respirar mejor y los músculos de la cara se le tensan al punto que su cara se convierte en una expresión de fiereza. El cuello es tan ancho que pareciera la continuación de la espalda, y los pies se mueven rápidos y fuertes, como si quisiera taladrar la cancha.

Doy dos pasos hacia él, y me agazapo.

El día anterior, sábado 15, Gary había llegado en un vuelo comercial desde Mendoza, Argentina. No pudo jugar el último partido de la temporada por Boca, frente a Banfield, de visita: un par de contusiones en sus piernas lo habían descartado para ese encuentro. Así que Medel decidió conducir su auto Nissan 370z -deportivo blanco y con matrícula chilena- desde Buenos Aires hasta Santiago en su último viaje desdeArgentina, previo al Mundial. Lo acompañaba su polola, la trasandina Gabriela Acosta, y a causa del cierre delPaso Los Libertadores por mal tiempo, tomaron el avión a Santiago y dejaron el Nissan en el hotel donde se habían hospedado.

Gary llegó a la sede del club Sabino Aguad a eso de las ocho de la noche de ese sábado, cuando su hermano mayor y su padre, ambos de nombre Luis, jugaban brisca con otros dos amigos.-¿Y no fuiste a la Selección, Gary? -le preguntó un amigo de su padre. Al día siguiente se enfrentarían los equipos de Chile y México en el Estadio Azteca. Gary, titular indiscutido para Sudáfrica, hizo una mueca y lanzó la mano hacia arriba.

-No, Bielsa va a probar a otros mañana. Yo vengo a jugar con ustedes -se dio vuelta y añadió-¿Jugái a la pelota, periodista?

Asentí.

-Entonces trae equipo mañana y jugamos con los cabros.

Hombre de metas

Buenos Aires, viernes 7 de mayo. 11 de la mañana.

-Decile «Gary», hijo. Decile «Gary», para que te firme un autógrafo.

Un hincha y su hijo están pegados a la reja de la esquina norponiente de La Bombonera, la cancha de Boca Juniors. Gary Medel juega y bromea con tres compañeros más jóvenes y suplentes del club, en el sector del córner. Cuando la pelota cae cerca de la reja, el niño le grita «Gary», el chileno lo ve y lo saluda con la mano.

A pesar de que Boca ha cumplido una de las temporadas más pobres de su historia (terminó 16 entre 20 equipos), Medel ha sido la revelación y una de las pocas figuras rescatables del equipo.

«Gary es un hombre de metas», dice uno de sus amigos en Buenos Aires. «Uno de sus sueños era jugar en Boca Juniors. Lo logró rápidamente, pero él sabe que su vida en Argentina es breve, porque su siguiente paso es Europa. La otra meta que sigue es el Barcelona. De hecho, cuando juega fútbol en el PlayStation, lo hace como jugador del Barça».

Pese a que se trata de un entrenamiento, Medel corre y se arrastra por el pasto como si se tratara de un partido de verdad. Los compañeros le gritan «Chile», «Gary». Ninguno le dice «Pitbull».»Marcelo Bielsa habló con los dirigentes de Boca y recomendó a Gary a ojos cerrados», cuenta Marcelo London, uno de los dirigentes del club xeneise. «Nosotros sabíamos perfectamente todos los problemas que había tenido Gary en Chile (detención por conducir en estado de ebriedad, peleas dentro de la cancha, la caída de una joven desde el balcón de su departamento en Huechuraba y el accidente que casi lo mata cuando se quedó dormido al volante entre Viña y Santiago). Pero en Argentina ha sido muy profesional. Dentro y fuera de la cancha».

Hay periodistas en las butacas de La Bombonera. Observan a Gary, hablan entre ellos, dicen que los dirigentes no van a poder retener al chileno, que se va a Europa y que ya están buscándole un reemplazante.

«Este es un equipo difícil. No todos los jugadores que llegan funcionan», cuenta Leonardo Aguilera, de TyCSports. «El hincha de Boca le pide algo más al jugador: que ponga, que luche cada pelota. Y Medel le dio ese plus. Todo se le hizo más fácil cuando le hizo dos goles a River en este estadio. Él responde al grito que tiene la hinchada de Boca, Boca, Boca, huevos, huevos, huevos».

En Argentina Gary se ha peleado con un par de rivales y hasta con un compañero, pero también ha sido hábil para no entrar en conflicto con los líderes más emblemáticos del equipo: Palermo y Riquelme, enemistados entre sí.

«Almuerza con Palermo y cena con Riquelme», dice un amigo de Gary. «No tiene problemas con ellos y es mucho más amigo de los jugadores jóvenes del plantel. Pero Medel tiene a sus verdaderos amigos fuera del fútbol, y como está de paso en Buenos Aires, y lo tiene clarísimo, prefiere tener buenas relaciones y no abanderarse con nadie».

De hecho su tiempo en Argentina, se acabó.

Diez años de fútbol

Gary Medel vive en una casa de un piso en el residencial municipio de Vicente López, a 16 kilómetros al norte de Buenos Aires. No tiene muchos muebles (la cama, un sofá y un comedor) y sí muchas películas que ve en su computador (alrededor de 300, una de las últimas que vio fue El secreto de sus ojos). El lugar fue buscado por uno de los asistentes del representante de Gary, el argentino Fernando Felicevich, que se preocupa por todas los asuntos que el futbolista necesite.

-¿Sabés?, acá todos en el barrio lo quieren -dice un hombre pequeño y gordo, que sale de una caseta de vigilancia, a 10 metros de la casa del jugador-. Cuando Gary les hizo los dos goles a River, al frente los vecinos le colgaron un lienzo que decía: «Gracias, Gary».

Juan Eduardo Bringas es el guardia que cuida las casas del sector. Cuando ha ido la familia de Medel, lo invitan a almorzar, habla con el abuelo y la madre del jugador le pide que le «cuide su guagüito».

«Es un pibe que sale muy temprano a entrenar, y vuelve a la hora de almuerzo y a veces me pide que le llame un delivery para que le traiga una pizza. Duerme y a veces sale al mall a comprar. No sale nunca en las noches, ¿eh?, mirá que siempre preguntan eso. Es un pibe que vive para el fútbol», dice.

De hecho, Medel no conocía el Obelisco hasta hace un mes, cuando el programa de Canal 13, Nacidos para ganar, lo llevó al monumento para hacerle una entrevista. Sin embargo, desde el momento en que comenzó a salir con Gabriela Acosta, su vida en Buenos Aires cambió un poco. De pasar el día en su casa chateando por Messenger y revisando constantemente su Facebook, comenzó a salir con ella a comer e ir de compras. En varias ocasiones se ha quedado en el departamento de Gabriela.

«Al principio era tímido, pero de a poco empezó a soltarse», recuerda Cristián Erbes, el compañero más cercano que tiene Gary dentro de Boca. «Ahora es un buen amigo, compartimos habitación cuando el equipo concentra y nos ponemos a ver películas, a veces jugamos ping pong, y compartimos el gusto por la música. Él me presta reggaeton y yo le paso cumbias villeras».

En Buenos Aires está de paso Marco López, el «Piri». Es amigo de Gary desde que ambos se enfrentaban en una cancha de tierra; Medel, por el Sabino Aguad, y Marco, por su club, el Defensor Olímpico. Gary lo llamó y le dijo que si quería verlo jugar en la Bombonera ésta sería la última oportunidad.

-Me dijo que estaba todo listo -cuenta-. Que hablaron con él y que no vuelve a Argentina. Y que estos iban a ser sus últimos partidos en Boca. Le dijeron que tienen todo listo para que se vaya a Europa.

-Un día yo fui a buscar al Gary a Juan Pinto Durán, fue después del choque que tuvo, cuando se quedó dormido -recuerda Marco-. Y lo vi conversando con Bielsa. Después le pregunté qué habían hablado, y él me dijo que le había dicho que tenía que cuidarse. Le dijo: «El fútbol son sólo 10 años», y hay que aprovecharlos.

Al terminar el entrenamiento, los jugadores comienzan a salir hacia el parque cerrado, donde están los autos.

Media docena de BMW, un par de Mercedes Benz, y el Nissan 370z de Gary. Le piden autógrafos, se saca fotos, habla con los hinchas y evita a los periodistas. Entra al auto, sube la ventanilla y pone un reggaeton.

La vida pop

Domingo 16 de mayo. Hora de almuerzo.

Gary Medel y sus amigos ven el partido de Chile con México en la sede del Sabino Aguad. De repente sale y afuera se pone a conversar con unos amigos sobre un episodio que ha pasado en la población. Uno de ellos le cuenta la historia de un muchacho que estuvo preso durante 15 años a causa de las drogas, y que se puso a estudiar en la universidad mientras duraba su condena.-La cagó, qué buena -dice el Pitbull.

La Selección cae por uno a cero frente a los mexicanos. Medel se lamenta con el casi gol de Beausejour y comenta acerca de la expulsión de Manuel Iturra. Se pone de pie. Pregunta si hay gente suficiente para la pichanga de más tarde.

De almuerzo hay porotos con chancho. Es una comida para cancelar la multa de 42 mil pesos que debe un jugador del Sabino Aguad por agredir al árbitro en el último partido. Gary pagó varios platos, pero desde chico que no le gustan los porotos. Le dan un pedazo de carne y ensalada. A Gabriela le dan pollo.

-Vos tenís cara de choro -me dice, y se le forma una mueca de alegría en la cara-. Él tiene cara de malo,¿cierto? -le pregunta al resto.

Los compañeros se ríen.

-Estoy orgulloso de mis hijos -dice el padre de Medel-. Hice buenas personas, pero hice mejores futbolistas.

Llega el hermano mayor, Luis. Viene vestido con el buzo de Boca Juniors y la camiseta de su hermano.

-Como familia estamos contentos de que el Gary alcance sus sueños -cuenta-. Imagínate, él salió de acá y sigue acá. Vuelve. Está solo en Argentina, lo vamos a ver, pero lo echamos de menos y él a nosotros. Y extraña esto: esta vida y este club. Aquí están sus raíces.

Por la tele hablan de los resultados del fútbol argentino, pero a Gary le importa muy poco. Ve la hora y se pone ansioso por la pichanga. De una bolsa, su hermano Kevin saca una polera calipso, shorts negros, calcetas y un par de zapatillas de tenis blancas, todo Nike.

Observo una foto de Gary con la selección chilena pegada en un fichero de la sede. Está «Chupete» Suazo, Alexis Sánchez, Matías Fernández y Claudio Bravo. Medel aparece en cuclillas con sus ojos semicerrados y laboca abierta.

-¿Estái listo, periodista? -me pregunta Gary con un empujón-. ¿Estái seguro de que quieres jugar con nosotros?, porque aquí no hay amigos, no hay familia ni hay periodistas. Aquí se juega con los codos, se pega y después se pregunta.

Salimos a la cancha. El sol está a punto de ponerse. Se arman tres equipos de cinco jugadores que se rotan al gol. Yo seré arquero en uno de ellos. Me toca jugar. Gary, en el equipo contrario, pisa el balón y engancha. Intentan quitarle la pelota, la suelta, corre para recibirla. Choca con un rival, Medel ni se mueve. Parece una armadura.

Gary la pide, Gary la lleva, Gary engancha, corre, patea, ataca. Tiene la camiseta empapada. Viene de nuevo, avanza, regatea, se pasa a uno, a dos y se acerca al arco hasta que estamos frente a frente. Salgo hacia su encuentro. Respiro hondo, espero el remate. Medel me ve, calcula, hace que va tirar y no tira, le da el pase a un compañero que va libre por su izquierda, éste la recibe, remata y gol.

Medel mira la pelota en el fondo del arco, los ojos se le achican y se ríe.

Su carcajada es como un ladrido.

comentarios
  1. María dice:

    Mis felicitaciones para el escritor de tan buena crónica, le puso toda la chispa.

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